La corona de espinas le producen dolorosas heridas; la sangre corre por su rostro y se le mete en los ojos mezclada con el polvo y el sudor. Dice la tradición que una valiente mujer llamada Verónica se apiada de El viéndole en tal estado y limpia con su pañuelo el rostro de Jesús cuya imagen queda impresa en el pañuelo…" muchos se horrorizaban al verlo, porque estaba tan desfigurado que no parecía hombre ni tenía aspecto humano". (Isaías 52, 14).
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