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Recuerdo de niño que en los veranos, siempre a fines de enero, solían invadirnos las mariposas amarillas y blancas. Ellas cruzaban velozmente las calles del pueblo zigzagueando a toda velocidad a no más de un metro del suelo. Recuerdo, también, que nos parábamos en medio de la calle intentando atrapar algunas, pero ellas eran más astutas, siendo un festival verlas pasar rozándonos la cara a toda velocidad. Fue una sorpresa enorme reencontrarlas después de tanto tiempo e inmediatamente me vino este recuerdo y me arroje literalmente del auto para hacerles unas fotos rodillas en tierra para tenerlas más cerca. No había tantas como entonces, pero me alegré de volver a verlas y di gracias…