Jesús, exhausto, cae en tierra por tercera vez poco antes de llegar a donde ha de ser crucificado, entre insultos le obligan a levantarse y seguir caminando. "Siento palpitar mi corazón; me abandonan las fuerzas y me falta hasta la luz de mis ojos". (Salmo 37, 11). Señor que ofreces tu rostros misericordioso a quienes te matan, y todo por amor, por darnos un espíritu nuevo, como dice el profeta Ezequiel: "Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne."
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